FILOSOFÍA Y CRÍTICA DE LOS SABERES UNIDAD IV: LA FILOSOFÍA Y LOS FILÓSOFOS. LA FILOSOFÍA Y NOSOTROS
FILOSOFIA Y CRÍTICA DE LOS SABERES
PROF. CAROL MORALES -LICEO 73- 4TO
UNIDAD IV: LA FILOSOFÍA Y LOS FILÓSOFOS. LA FILOSOFÍA Y NOSOTROS
DIANA
COHEN AGREST
“NI BESTIAS NI DIOSES: 13
ENSAYO SOBRE LA FRAGILIDAD HUMANA”
CAP. I: “ESCLAVOS DEL TIEMPO”
CAP VII: “EL MIEDO”
OBJETIVOS:
-A través de esta unidad se pretende reflexionar filosóficamente a través
de inquietudes que afectan al individuo actual.
- Se trabajará haciendo hincapié en la formulación de
problemas filosóficos.
ESCLAVOS DEL TIEMPO Y EL MIEDO COMO PROBLEMAS QUE INQUIETAN AL INDIVIDUO ACTUAL A TRAVÉS
DE LA LECTURA DE LOS TEXTOS DE DIANA COHEN EN NI BESTIAS NI DIOSES: 13 ENSAYOS SOBRE LA FRAGILIDAD HUMANA
Algunos datos biográficos para conocer a la filósofa…
Diana
Cohen Agrest nació en Buenos Aires, Argentina en 1954, actualmente tiene 64
años de edad. Es doctora en filosofía, ensayista, divulgadora, investigadora y
activista especializada en derechos de las víctimas. También tiene un master en
Bioética por la Universidad de Monash, Australia. Su trabajo intelectual
transita por cuestiones como el suicidio, por diversas cuestiones propias de la
filosofía moral y la ética. Es autora de numerosos artículos periodísticos y
revistas especializadas en temas sobre ética y sobre filosofía. Su labor como
activista tiene su origen a raíz de la muerte de su hijo en el año 2011, en un
asalto. Desde ese momento comienza a investigar y a publicar sobre la situación
de las víctimas y las falencias del sistema judicial. Debido a esto, funda la
Asociación civil Usina de Justicia, como un “espacio de participación interdisciplinaria
mediante la creación de instrumentos transformadores del lugar de la víctima en
la justicia penal”.
NI BESTIAS NI DIOSES… UNA INTRODUCCIÓN
Como verán, el título del libro ya nos dice algo
acerca de la condición humana. En el siglo III a.C. Aristóteles decía en su
libro La Política que únicamente las bestias y los dioses eran capaces vivir
alejados los unos de los otros. El hombre es un ser político por naturaleza, un
ser social.
Pero ¿por qué? Porque necesitamos a los otros para
sobrevivir. Una sociedad es algo muy complejo, y sin la intervención y el
trabajo de todos sus actores, ella sería imposible. No sobreviviríamos. Esto ya
lo trabajamos en la Unidad II con el concepto de cultura. En la interacción con
los demás, progresivamente dejamos de ser bestias, para convertirnos en
personas. El hombre es un ser político por naturaleza, por lo tanto, tal como
afirma la filósofa en su libro, no es ni un dios, ni una bestia.
La interacción con los demás nos abre a nuevas
experiencias, nos permite aprender el mundo, pero al mismo tiempo funcionan
como obstáculo de nuestros deseos: no podemos hacer lo que querramos. A través
de la convivencia y la interacción con otros aprendemos, en el mejor de los casos
a dominar nuestros impulsos. Insisto, dejamos de ser bestias para convertirnos
en personas.
Cohen afirma, que como seres humanos, vivimos en una
permanente tensión entre fuerzas contrarias: vida-muerte, desdicha-felicidad,
miedo-seguridad, entre otros. Para evitar “mirar de frente” a estas tensiones,
nos inventamos ocupaciones que no tienen relación alguna con nosotros. Esto ya
lo trabajamos con Heidegger en la Unidad II. La cotidianidad nos sirve de
anestesia para soportar la sensación de vacío (en el caso de Heidegger, la
conciencia de finitud) aunque en última instancia, el vacío continúe allí.
En esta oportunidad, a través de la lectura de dos
capítulos del libro (Esclavos del tiempo.
El miedo: de mecanismo de supervivencia
a construcción social) de Cohen, nos
propondremos descifrar aquello que motiva o desmotiva nuestra existencia. De
este modo podremos, entre otras cosas, distinguir conceptos que considerábamos
como semejantes, y suelen ser confundidos, por ejemplo el aburrimiento y la
pereza, la mentira y el engaño, la envidia y los celos, etc.
METODOLOGÍA
La autora aplica la modalidad de análisis de
genealogía y arqueología, que constituyen metodologías que permiten ir al
fundamento de los conceptos, al origen. Analiza las formas en las que las
palabras han funcionado en determinados contextos históricos y sociales. Recurre
a archivos, registros, historia, documentos, incluso el arte, a las costumbres,
a los discursos, y cualquier otro elemento que permita obtener información
acerca de los diversos significados de los conceptos en esos contextos.
PROBLEMA I: ESCLAVOS DEL TIEMPO
Presentación del problema
¿Cómo se relaciona con el tiempo el individuo actual? ¿Por
qué la autora elige el título de “Esclavos del tiempo” para referirse a este
problema?
La autora entiende que todo intento de reflexión sobre
este tema implica una gran dificultad que nos enfrenta a dos posibles
posiciones: a una imposibilidad de definirlo o hablar de él con discursos
científicos y filosóficos sin ningún tipo de referencia con la realidad y la
existencia.
La filosofa transita por diversos modos de concebir el
tiempo, que nos ofrecen una diversidad de modos de entenderlo.
Debemos tomar en cuenta una apreciación en torno a la
forma en la que “contabilizamos” el tiempo.
La costumbre de medir el tiempo
El tiempo está atravesado por las convenciones:
¿Porqué dividimos una hora en 60 minutos y cada minuto en 60 segundos?
El tiempo no siempre se midió de este modo. Las
sociedades más antiguas se organizaban en función de cómo era afectado su día a
día por los acontecimientos naturales. Esta situación fue lentamente sustituida
por artilugios algo más minuciosos: como el reloj.
Posteriormente, nuestras actividades, tanto públicas
como privadas fueron configuradas y organizadas en periodos de tiempo, por
ejemplo: se ingresa a clases a las 8 cada mañana y se termina la jornada
laboral a las 18 o 19 hrs. El ómnibus pasa 19 o 19.15, llego a casa a las 20
hrs, etc. Estas convenciones se volvieron imprescindibles en sociedades
complejas como la nuestra, y el hombre inventa, artefactos cada vez más
sofisticados que miden y regulan nuestros tiempos: teléfonos móviles, agendas,
recordatorios, elementos que administran nuestro tiempo.
Trataremos dos profundizaciones en torno a esto…
Desarrollo
1er profundización: El tiempo como un espacio que hay
que llenar
A la hora de explicar qué cosa sea el tiempo una de
las metáforas más comunes es la de la imagen espacial. En esta visión el tiempo
es algo que tenemos que llenar como una bolsa que es posible llenar con hechos,
acontecimientos, eventos. También suele ser pensado como una línea dividida
según unidades del reloj y o calendario, o cualquier otra imagen espacial de la
que podamos echar mano a la hora de representar al tiempo.
¿Por qué tendemos a utilizar esta metáfora?
Porque cualquier cosa espacial, puede ser señalada,
mostrada… imaginada!
2da Profundización: El ocio: ¿Tiempo vacío? ¿Tiempo
“muerto”?
Uno de los problemas que encuentra la autora es en
relación al ocio. Una de las acepciones de esta palabra para la RAE dice que el
ocio es “tiempo libre de una persona”, pero la autora afirma que, contrario a
esto, el tiempo libre de hoy, es el menos libre que hay, porque ante el temor
del “vacío” del tiempo se lo termina llenando de obligaciones autoimpuestas que
muchas veces terminan siendo menos ineludibles que las otorgadas por ajenos. Lo
mismo ocurre con los “tiempos de espera”, que de algún u otro modo es tiempo
que se intenta “matar” en la espera del momento ansiado. También está su
contrapartida, la de eternizarlo cuando lo que se espera es una mala noticia o
el pasaje a otro momento desfavorable.
El ocio, lejos de ser un “horizonte de posibilidades”
para desarrollar y desplegar la creatividad, se convierte en tiempo que llenar
o “matar” haciendo cualquier cosa.
La pretensión de inmortalidad
El perseguir la
inmortalidad también nos convierte en esclavos del tiempo. Se procura revertir
el envejecimiento (por lo tanto el tránsito hacia la finitud) o prolongar la
vida a través de diversas estrategias que están de
moda: fitness, dieta, cirugías, ropa, conductas adolescentes, etc., aunque
íntimamente sepamos que Cronos (el dios griego del tiempo) nos devorará de
cualquier modo. La crítica que realiza la autora sobre esto es que el ser
humano suele “olvidar” que envejecer y morir son dos aspectos inseparables de
la vida de los cuales no podemos escapar, el individuo se autoengaña con la
esperanza de la vivencia de un eterno presente, aislado del pasado y de todo
futuro.
Conclusión
Cohen considera que estos modos de entender el tiempo
tiene como consecuencia una sociedad que nunca descansa por estar
permanentemente “llenando el tiempo” con
eventos, con hechos, con estrategias en las que las experiencias se
intensifican. Esta forma de relacionarnos con el tiempo es la que nos vuelve “esclavos”
del éste.
Lo paradójico es que el tiempo siempre se nos antoja
insuficiente para todo lo que hay para hacer, pero al mismo tiempo, lo colmamos
de eventos que luego nos llevan a pensar que el tiempo es demasiado escaso. Esto
se suma al aburrimiento, en el que se visualiza una desesperación humana en
“llenar” o “matar” el tiempo, sin importar con qué, únicamente con el objetivo
de “estar ocupados”, aunque sea en cosas de poca importancia.
PROBLEMA II: EL MIEDO, DE MECANISMO DE SUPERVIVENCIA A
CONSTRUCCIÓN SOCIAL
Presentación de problema
¿Qué es el miedo? ¿Cómo funciona?
En este ensayo Diana Cohen intenta determinar si el
miedo sigue siendo un mecanismo de supervivencia, es decir una característica
de la especie en la lucha por la autoconservación, o si con el tiempo se ha
transformado en una construcción social.
Desarrollo
Consideraciones
previas
El miedo es el “instrumento” instintivo que poseen los
animales y los seres humanos cuando perciben
un objeto como una amenaza, cuando
se percibe amenazada la autoconservación, por esto éste es funcional a la
supervivencia.
A través del miedo se desencadena una serie de
reacciones que permiten tomar distancia de dicho objeto, ya sea ocultándose,
huyendo, cubriéndose del objeto amenazante.
El sentimiento de
temor puede aparecer no solo ante un objeto considerado amenazante presente,
también puede experimentarse también ante un objeto presente
o futuro, este sentimiento es reconocido por los filósofos como “objeto no intencional”, en este caso, el sentimiento de
temor dependerá de cómo la persona interpreta al objeto: “ el mismo objeto que
en una situación placentera es interpretado como fuente de gozo, en una
situación riesgosa puede ser motivo de angustia”.
1er profundización: Aristóteles
Para este filósofo, el miedo es una emoción que se
origina en todo lo que escapa de nuestro dominio: suele estar acompañado de la creencia de que se ciernen sobre nosotros
acontecimientos dignos de temer y que no están enteramente a nuestro poder
impedir que sucedan. Lo desconocido, y por lo tanto, eso a lo que no
podemos ponerle nombre) constituye aquello que no podemos controlar ni prever.
Pero aquel miedo que más nos afecta, es aquel que se
origina ante una posible amenaza sobre las
relaciones afectivas o en los
propios proyectos vitales. Nuevamente haciendo referencia a Aristóteles, la
autora sostiene que vivir depende en última instancia de ser capaz de controlar
el miedo: debemos sentir miedo hacia los objetos apropiados y en el grado
apropiado, porque el miedo debe ser proporcionado, en calidad e intensidad, a
la situación en la cual es inspirado.
2da profundización: la ¿objetividad? del miedo
El miedo tiene la propiedad de ser contagioso. ¿Cómo? El
uso constante de la palabra “miedo” contribuye a su propagación. Quiere decir
que si alguien tiene miedo de algo, éste miedo tendería a expandirse a los
demás individuos, aunque no tenga justificación racional. El solo uso de la
palabra contribuye a intensificarlo. Este aspecto es muy curioso, ya que
estadísticamente la sociedad actual es más segura que en otro tiempos.
Sin embargo, el hecho de que muchas personas teman al
mismo objeto no lo vuelve realmente amenazante. Lo cierto es que los medios de
comunicación, utilizando determinado tipo de lenguaje, lo que hacen es
magnificar el miedo y el temor, difundiendo amenazas, otorgándole “realidad” en
la opinión pública, provocando en efecto en el que se reduce la distancia entre
lo posible y lo real.
Cohen identifica este estado de paranoia como producto
de nuestra incapacidad de hacerle frente a lo impredecible, y se pregunta: ¿el riesgo es algo puramente objetivo que
atiende a causas o a su probabilidad calculable objetivamente de que un evento
tenga lugar; o acaso, como otras piensan, es una construcción social, en cuyo
caso el reconocimiento de un riesgo no remitiría a una realidad externa e
independiente sino más bien a los grupos sociales que lo formulan?
Una posible respuesta a esta problemática viene de la
mano del constructivismo, quien afirma que el miedo es producto de una
construcción social que responde a los intereses del momento. Por ejemplo
cuando se magnifica la “sensación de inseguridad”. El constructivismo no son
dos posiciones irreconciliables, porque la “sensación de inseguridad” encuentra
sus fundamentos en datos concretos de la realidad, aunque muchas veces no se
corresponde con la magnitud que se quiere mostrar. Cohen recoge la expresión de
Urlich Beck, quien dice que vivimos en “la sociedad del riesgo”, y aclara que
en la actualidad, el riego no es algo que elegimos correr, sino algo a lo cual
estamos expuestos contra nuestra voluntad.
Conclusión
El miedo es una
sensación que forma parte de nuestra vida, incluso sin darnos cuenta y
constituye un “telón de fondo” de nuestras experiencias e interpretaciones.
Muchas veces somos dominados por la sensación de que “el mundo es un lugar
inseguro, hay peligros posibles que pueden irrumpir sin advertirnos”. Sentimos
temor no sólo de lo que realmente es amenazante, sino de todo: desde accidentes
domésticos hasta “eliminar un archivo por accidente”. La filosofa finaliza
afirmando que el miedo magnifica nuestra visión del mundo, obsesionándonos con
potenciales peligros que en la mayoría de los casos, no son más que “falsas
alarmas”.
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